jueves, 19 de febrero de 2009

Soldadito de mis versos




En el último estante de la habitación

contemplabas el mundo.

Poco a poco tus ojos se amarillentaban

y el polvo apagaba tus colores.

Perdías la magia, perdías el norte

y ya no recuerdabas el tiempo

en el que eras un héroe con uniforme.


Aun así, soldadito, conservabas tu figura,

tan elegante y firme, muñequito mío...


Hoy te he cogido en mis manos,

he sacado brillo a tu hermosa cara,

al traje que tan sucio llevabas,

¡ay soldadito!,

luces tan explédido y brillante el tipo...


Ya no estás en el estante, pues ahora,

muñequito, resides en mis versos.



A David.
Clara Ortega

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