miércoles, 11 de febrero de 2009

Entre silencios




Por Parix y Clara

Caen las lágrimas
más negras del silencio .

Las acuarelas,
derretidas en el cieno,
ya no siento,
y me enveneno de soledad
crucificada en ti,
y en los abismos,
incoherente en esta dicha doliente.

Deja que beba
de tus abrazos de madera.
Ya no quepo en tus espacios
pero me vale ser tu vera.

Te quiero por encima del destierro
y de la muerte,
y acudo contigo
en la derruida condición
de este tiempo sin abrigo.
Hace frío en las cuevas del destino,
pero me calmas.

No dictaron las sentencias,
las podemos evadir, si tranquila,
desluces tu esencia.

Me veo reflejada en tus ojos
porque son los míos,
y en mis manos,
en mis brazos,
que en ti,
cuando lloran y aman,
piensan.

Eres la luz que adorna mis sueños,
aquí no hay dolor,
en tu aladar,
me encuentro
en el taladro de tus pensamientos
cuando corres.

Quiero ser el pájaro
que te vuele lejos, hasta tu rostro.
Ya está partida mi desdicha,
quedo un poco allá
y otro para nadie más, ven…

Hasta tu vientre escarchado he ido
y me encontraste helada,
pero en mis manos eres dulce alborada,
como una dama que una vez fue soñada.

Haces que me sienta flor de lis
en la noche más estrellada.
Son secuelas de niñez,
despiertas a atracciones benévolas
de un ser cortés.
¡Ay, si fuera niña!,
tú serías mi magnolia y yo tu sueño.
Seria el velo que te arrulla,
y tú el sueño virtual de mis desvelos.

¿Te imaginas jugando
y riendo de la mano
en algún lugar perdido?
Con la brisa,
santa brisa de los campos allanados
frente al mar…

Tú con tu esbelta guitarra,
yo tu gitana con gesto sereno,
deleitándome insinuando esa sonrisa ,
con tantas cosas para compartir y dar…

Tus ojos, óleos de piel en mi piel,
mi boca, fuente de Generalife
invitándome al arrecife de tu cantar,
y de otros verbos concluidos en "ar"
que imagino…

Adoro cuando mueres en mis labios
y cuando naces en mis caricias,
Estirándome entre la lizas
y blancas líneas de tus cenizas,
tu tristeza.

Sabes cómo barrerlas
para dejar blancos mis suspiros.
Es que de inmerso y al dedillo
ya conozco tu lamento y mío ,
muy mío, lo siento.

Si esto no fuera un sueño,
quisiera soñarte más lento
y por siempre.
Y yo quererte y cuidarte
y todos los "arte" que repito
y tuviera para darte.

Saberme en esta fusión
que se esfuma con la palabra,
consuela mi llanto.
Se logra en paz,
por el don que se nos concede
en este tiempo,
y que permanezca,
porque ya no sabría sentir
el aire sin ti dentro.

Seré en ti, mi niña,
los futuros son mentira,
sólo tenemos nuestro canto,
una melodía asonantada
que canta afónica,
pero que suena gloria,
y que llevamos por dentro,
y que siempre estará
presente en nuestro encuentro.

Quiero marchar tan lejos
cuando estas aquí…
Lejos, pero contigo.

Para ciertos boletos
yo no tengo sencillo,
pero siempre estaré dentro
y junto a tu abrigo.

Basta con tus palabras
para saciarme del frío,
coge tus alas.
Ya voy, no sin antes darte una mirada,
estarás, estaré, siempre,
es nuestra coartada.

¿Querrías coger mi mano
y llevarme a un lugar secreto,
nuestro?
Cada día flaqueo en el intento,
pues la cifras están contadas,
y yo quedo en el desconcierto.

Entonces me sentaré aquí
a esperar que llegues
y lo intentes de nuevo.

¿Otra vez?,
pero yo te siento con todas tu rosas
pintadas cuando no callas
(lo que pienso).

Sueña conmigo,
no sueñes sólo, quiero ver esas rosas
en tu espejo.

Toda silueta está atrapada
y quedan con sus carceleros,
pero tus rosas son amadas
y en libertad yo te contemplo.

Te espero cada día
tras el olmo de los sueños,
desnuda en tu refugio.

En la estopa de mi piel,
interpretando el candimiel,
sufriendo mis arrullos.

Y vienes sigiloso a acariciarme
cuando miro al horizonte
y no te veo llegar,
mas me sostienes sin nombre
cuando al inicio logras verme,
y suelo gritar mi silencio
sin poder tenerte.

Alguna vez en mis cuentos imposibles
logro hallar mi cariño en tus besos.
Son sueños en mí indivisibles,
igual de ilusorios,
pero alojados en mi parte más sensible.

Alguna vez,
en mis mundos insostenibles
me hago tuya rodeada de te quieros,
y sin títulos,
me adentro en tu cuerpo,
y con tus largos azabaches,
enjugo mis ojos llenos de lamento.

Entonces ya no gira el universo,
y ambos, inmersos,
nos sabemos uno
sin comprenderlo.

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