martes, 27 de enero de 2009

Caminito melancolía



Un suspiro deformado
se hace mella en la mañana,
oraciones maldecidas
y una insignia meridiana.

Se oscurecen los anhelos,
se desahogan las ganas,
se convierten en lamentos
laminados en mi alma.

Recelos y sufrimientos
encorvados en ventaja,
uno muere, dos renacen,
hinca el diente la mirada.

Por los campos solitarios
de la vergüenza esperada
vaga el llanto desalado
con toquilla y las enaguas.

¡Que se calle esa mendiga
que me está estriando el alba!
¡Que me consuelen el miedo
o morirá esta mañana!

Vaga el mar de mi coraje,
va muriendo la esperanza,
duele la sangre, me duele,
un lamento en desventaja...

Clara Ortega

domingo, 25 de enero de 2009

Drácula



Pasaba la medianoche.
Un carruaje se perdía entre las sombras,
incrédulo, camino de la muerte.
Crucifijos y señales,
vertiginosos pasos hasta el pájaro asesino.

La sangre se oscurece,
el castillo languidece en la noche.
Una tiniebla, una sombra,
su nombre.
El horror saciado por su boca.

Camina hacia su propia tumba,
la multitud sale a despedirle,
ya no hay tiempo para la esperanza.
Una capa cubre su cara blanca
y su hambre rota se ensaña.

El bocado se reviste de carne humana,
la luna llena le aclama,
sangra, sangra,
sangra la noche con sus estrellas rojas,
El vampiro devora el alba.

Clara Ortega

sábado, 24 de enero de 2009

Auto_conciencia




















Clara Ortega
Parix Cruzado

Totalmente ciego,
sin una retina en juego.
En el ahínco poco sereno y burlador,
timando al listo o al cuerdo,
de latitudes segregadas del amor,
o en el paralelo de su nombre,
de actitudes que invocan la clemencia,
aunque no me la merezca.

No puedo agradecer sus oraciones,
son tibias sensaciones en juicio.
No puedo renacer, sólo puedo escapar para volver
sin permiso para ser transparente
a esta triste consecuencia,
en sutil demencia
que presenta siempre…

Anidados en mi mente,
anudados y enturbiados,
asesinos asociados, vicios sucios y aliados,
condenados por mis miedos
de esta farsa de aliento fatal y seductor,
de la que sé que a veces soy culpable
como las luces de ayer en la noche de hoy,
que me ciega torpemente.
La misma vieja visión recurrente.

¡Autotolerancia bendita,
autoperdón, autocomprensión!
¿Por que no llegas?,
¿por qué me evitas?
Ayúdame a borrar los absolutos del presente
que me devoran, dementes,
a mentirme, la verdad que siempre tienes,
que ya no sé si viene o va, falsa verdad,
y a excluirme de las aes iniciales,
de las zetas finales,
de esta moral que siempre acusa males,
desvirtuales, borrosos, dudosos,
esenciales e incidentes en risa…
Quizá mañana, quién sabe, si no avisa…

Nuestro Averno



Parix Cruzado
Clara Ortega


Asoma, asómate, baja más.
Allí estás, cómo había imaginado,
de píe esperaba, ahora me tienes…
sentado en la roca del abismo más caro.
¿Qué dirás?, ¡no lo menciones!
veo en tus ojos, dos espadas en pecado,
¡ah! , ¡que fijación!

Dame tus brazos que me arañen sin manos,
huyes de la fricción,
sí pues, quiero quedarme aquí contigo pensando,
dame línea, hablemos, dime.

Daremos la vuelta a nuestra cabeza de ensayo,
lánzame el rollo, luego yo me explayo,
pensaremos con el pelo que nos envuelve el cráneo,
superficialito no más, y coludiendo engaño,
reiremos sin garganta, carcajadas de tiranos,
sí, con el aliento picaril y tunerías del daño,
¿qué se creen los felices?, nuestro averno no es tan malo,
para nada, a este báratro lo entraño.

Nos jugaremos al póker los valores que profanamos
y olvidaremos los dolores de nuestros años
lloraremos vinagre, o el aceite que ha sobrado,
lo beberemos mujer, ven, siéntate, dame tu mano,
pues bien, el infierno no es tan duro si estás conmigo, hermano.

Por: Parix Cruzado y Clara Ortega