domingo, 25 de enero de 2009

Drácula



Pasaba la medianoche.
Un carruaje se perdía entre las sombras,
incrédulo, camino de la muerte.
Crucifijos y señales,
vertiginosos pasos hasta el pájaro asesino.

La sangre se oscurece,
el castillo languidece en la noche.
Una tiniebla, una sombra,
su nombre.
El horror saciado por su boca.

Camina hacia su propia tumba,
la multitud sale a despedirle,
ya no hay tiempo para la esperanza.
Una capa cubre su cara blanca
y su hambre rota se ensaña.

El bocado se reviste de carne humana,
la luna llena le aclama,
sangra, sangra,
sangra la noche con sus estrellas rojas,
El vampiro devora el alba.

Clara Ortega

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