El estruendo de mi mente se rompe en ti
y orgullasemente te hago trizas
sabiendo que yo estaré dentro
salpicando como dos pisotones en un charco
y llenándome de sangre con nuestros cuerpos
desparramados entre almas y algas de labios.
Remotamente te recuerdo en mi futuro,
te veo en el espejo cóncavo de mis huesos
y me deshuesa tu mirada fugitiva.
Te aman mis esencias, te aman mis llantos,
te aman los venenos de mi boca,
te aman mis dedos volátiles, mis yemas blancas.
Los sudores de mi vientre cuando te acercas
son pantanos de deseos enfurecidos
y apasionados buscando alimento entre ciénagas,
me buscas, me encuentras delirante entre suspiros
y algunos mantos de estrellas muertas,
porque recuerda, que mueren en tu cuerpo
cuando te acercas a mi vientre empantando.
Ven, acércate a mi espalda y sube cauteloso
porque soy de la luna llena y de la blanca letra
y de la blanca flor que te pertenece pura y bella
y soy de aquel infierno que te conviene
para que encuentres la lujuria que me anhelas.
Y vuelve tras marcharte para quedarte eternamente
Quédate en silencio en mis caderas y duerme, duerme...
que tú eres mi Ulises y yo tu Minerva.
Clara Ortega