lunes, 20 de abril de 2009

Destierro de dos almas sin dueño

El paraíso no se cierra
tan fácilmente y es aquí,
en este espacio condonado
que se ha extirpado del aire,
y por la vida que se entrega
austera y sin lujos
sobre el pasto ahora quemado,
es aquí dónde habitamos
entre un dulce sueño gris
y una grieta abierta
sin cautela…
Y cruzamos el umbral de la puerta,
entornándose entre el cuerpo
de dos humanos
con indivisibles sensaciones,
donde se solapan, en una,
claras visiones y destellos.
En este engranaje del mundo
el amor no queda ajeno
y llora al mismo son,
nace, abraza, vibra, siente;
vuelve a llorar y…
toca piel que da vida,
y muerte…
y cruel veneno.
En ese instante,
los amantes serenos,
arrítmicos compañeros de viaje,
dueños de la forma, pulso y verso
se hacen del beso sobre la arena
y juntos dan forma, sobre
las manos más ausentes,
al pergamino y al testimonio
que, nunca plagiado, queda
de su pasión que desangra,
sin despegarse del alma,
su condición de destierro.

Parix y Clara

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