Mis dedos entre tus dedos,
susurros rotos
y
un siempre será.
Arrima el hombro a mi cuello
y sabrás, querido,
que la risa sigue roja
y mis manos
siguen siendo tus manos
y que el aire
sigue oliendo a almas.
Revísame de nuevo
si lo crees necesario
porque hallarás tu esencia.
No perfumes los malos olores
cuando nos saben agridulces.
Y muere, por último, en mí,
com siempre ha sido
y como siempre es.
Clara Ortega
martes, 28 de julio de 2009
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Sensible entrega al que se ama y a su vez se es amado.
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